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Rehabilitación

La construcción de la Catedral de Santa María se inició a finales del siglo XII, y si bien su configuración general responde al periodo de transición entre románico y gótico, es fiel reflejo de los distintos estilos de los siguientes seis siglos. Por otra parte, su posición urbana vinculada a la muralla le ha otorgado un papel defensivo destacado en la ciudad. La zona de intervención, que afecta en planta a un área muy reducida de apenas 16×16 metros, presenta una gran complejidad histórica y constructiva reflejo de las distintas etapas de la catedral: los ábsides románicos, la antesacristía gótica del siglo XIV, la nueva cabecera proyectada por Rodrigo Gil de Hontañón y la sacristía del siglo XVI y sus bóvedas tardobarrocas,

Por otra parte la cubierta que englobaba estos espacios respondía a una solución de necesidad a causa de los daños y afecciones derivados de los asedios de la ciudad durante la Guerra de la Independencia unido a periodos de importante carestía económica, con numerosos puntales y apeos apoyados directamente sobre las bóvedas medievales, con una densidad muy elevada de soportes y una solución de cubrición que además de ineficaz presentaba un estado de conservación deficiente.

La intervención llevada a cabo, además de asegurar la estabilidad y estanqueidad, ha consistido en la puesta en valor del conjunto de manera que permita la visita turística en grupos reducidos con el fin de redescubrir la riqueza histórica del edificio y la belleza de los distintos espacios restaurados, con un carácter moderno y a la vez respetuoso con la catedral. Para ello se plantea una nueva solución contructiva que mantiene la geometría exterior original de la envolvente pero en la que se despeja el espacio situado bajo la misma potenciando la contemplación de las cubiertas originales de piedra de la catedral románica. Para ello se han eliminado todos los añadidos generando una sala diáfana en torno a un único pilar, en forma de cruz, que aúna el simbolismo junto con la función mecánica, gracias al uso de una estructura singular de madera. La entrada de luz, realizada mediante cuidadosos lucernarios, no perceptibles en la visión exterior fundamentalmente desde la zona de la muralla próxima, refuerza la importancia de las distintas etapas y evocan al visitante la naturaleza inicial del conjunto concebido como espacio exterior.

La cubrición mantiene el material tradicional, la teja árabe, pero con una solución constructiva contemporánea que mejora las prestaciones y reduce sensiblemente el mantenimiento, mediante doble enrastrelado, canales tipo talón clavadas y cobijas fijadas mediante gancho. Todos los puntos singulares con los muros históricos y los lucernarios se resuelven con pesebrones de plomo mientras que en el alero, para evitar la aparición de canalones, se ha optado por la disposición de una pieza de pizarra volada, vista inferiormente, sobre la que se dispone una chapa de cobre que garantiza la estanqueidad y sirve de goterón, de manera que desde la calle se percibe como una línea de sombra.

Dentro de la intervención destaca así mismo la realización de una nueva escalera de acceso desde la antesacristía, dado que la preexistente se encontraba en un estado ruinoso y con una solución de apoyos de los tramos que afectaban gravemente al ábside románico. En su lugar se planteó la realización de una nueva que libera, en la medida de lo posible, el espacio y pone en valor el ábside del Evangelio y distintos elementos destacados, una ventana románica figurada dos góticas sobre la sacristía, la cornisa original, etc. Para ello se ha reducido ligeramente su dimensión y planteado una solución visualmente muy ligera, con zanca enteriza central en “Z” de madera laminada en la que rebaja el apoyo de los peldaños, de madera de roble, que vuelan hacia los laterales y que funcionan como un cuerpo único.

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